Era una noche fría y sin luna, cuando Ana y David, se perdieron en el bosque. La neblina densa devoraba la luz de sus linternas, y el eco de sus pasos parecía seguirlos. Tras horas de caminar en círculos, divisaron a lo lejos una cabaña bastante deteriorada. La madera estaba carcomida, y las ventanas cubiertas con tablones rotos. A pesar del aspecto lúgubre, decidieron refugiarse allí.
Al entrar, percibieron un fuerte olor a humedad y descomposición. El suelo crujía bajo sus pies, y las paredes emitían un sonido extraño. David encendió una vela que encontró sobre una mesa polvorienta, y La luz reveló manchas oscuras en el piso, como si alguien hubiera tratado de borrar rastros de algo. Ana, inquieta, recorrió la casa. En el cuarto trasero, encontró un diario con páginas amarillentas. Al abrirlo, un párrafo le llamó la atención:
"Han venido por mí. Puedo oír sus voces bajo las tablas. Sus dedos raspan la madera cada noche. Ya no puedo escapar".
De repente, un sonido los sobresaltó. Venía del sótano. David, con la vela temblorosa, empujó la puerta, y un olor fétido brotó de las escaleras.
De pronto, un chillido resonó en el sótano. La vela se apagó, y En la oscuridad absoluta, Ana sintió unos dedos fríos rozándole el cuello. David intentó gritar, pero una mano invisible calló su voz.
Las sombras se movieron a su alrededor, susurrando en un idioma imposible de comprender.
Intentaron correr, pero la cabaña parecía agrandarse, extendiendo los pasillos cada vez más.
Nadie los volvió a ver. Solo encontraron el diario en la cabaña, con una frase escrita en la última página que decía:
"Ellos oyeron tus pasos, y ahora vendrán por ti también".
¡Fin!
¿Te gustó este relato? ¡Vota por él y ayúdalo a convertirse en la historia de terror más votada del sitio!.