Hace unos años, viví una experiencia que aún me estremece. Todo comenzó una noche en la que viajaba con amigos en autobús. Íbamos charlando animadamente cuando, de repente, el vehículo se detuvo. Era tarde, no había señal, y parecía que tendríamos que pasar la noche en medio del bosque.
Al salir del autobús para prepararnos, sentí un cambio en el ambiente, una corriente de aire fresco acarició mi rostro. Mi amiga necesitaba ir al baño, así que fuimos juntas hacia un río cercano. Mientras esperaba, escuché un ruido extraño al otro lado del río y vi una sombra pasar. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y sentí un escalofrío recorrerme.
Decidí llamar a mi amiga y regresar al campamento. En el camino de vuelta, el ruido extraño se hizo más fuerte y la sombra parecía seguirnos. Al llegar, mis amigos intentaron calmar mis nervios, sugiriendo que tal vez era un animal salvaje. Decidimos quedarnos cerca de la fogata y mantenernos alerta.
Con el paso del tiempo, los ruidos y movimientos en los arbustos continuaron. La tensión aumentaba y decidimos refugiarnos en el autobús. Sin embargo, Lucas, uno de mis compañeros, decidió quedarse afuera, desafiante. Pasamos la noche en vela, escuchando los extraños sonidos del bosque.
Por la mañana, salimos en busca de ayuda para arreglar el autobús y encontramos a Lucas en el río, cubierto de sangre pero aún con vida. Nos dirigimos a un pueblo cercano, donde un anciano nos contó una historia aterradora sobre el río y una mujer que se había ahogado en él años atrás, causando desgracias a quienes se acercaban a sus aguas.
Conmocionados por lo ocurrido, abandonamos el lugar lo más rápido posible, sin volver la vista atrás.
¡Fin!
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