Vivo en la Ciudad de México, y la historia que estoy a punto de contarles, me sucedió cuando tenía 12 años. En ese entonces, mi casa estaba ubicada en la parte alta de un cerro. Una noche, mientras jugaba con mis primos en la calle, comenzamos a escuchar a lo lejos, unos ruidos extraños. Al principio, no le dimos importancia, pensando que eran solo los árboles meciéndose con el viento. Pero pronto nos dimos cuenta, que el sonido se asemejaba al llanto de alguien.
Al cabo de unos cinco o diez minutos, los ruidos se intensificaron, y comenzaron a mezclarse con gritos. El miedo se apoderó de nosotros, y corrimos a refugiarnos en mi casa. Desde la ventana, vimos a lo lejos la figura de una mujer, con un vestido blanco y sucio, cubierta por un velo igualmente desaliñado.
La figura avanzaba poco a poco, emitiendo lamentos escalofriantes que resonaban en el silencio de la noche. Sus pasos eran pausados, y parecía dirigirse directamente hacia nosotros. El miedo nos invadió por completo al comprender que aquella aparición no era una simple ilusión, sino algo mucho más siniestro.
Apagamos todas las luces y contuvimos la respiración, esperando que pasara de largo. Después de lo que pareció una eternidad, los lamentos se desvanecieron, y el silencio volvió. Aunque el peligro parecía haber pasado, el miedo permaneció en nosotros. Desde esa noche, nunca más volvimos a jugar fuera al anochecer, temiendo que La Llorona regresara para aterrorizarnos nuevamente.
¡Fin!
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