La casa de mi tía Julia siempre había sido un lugar de misterio y prohibición. El pozo abandonado en el patio trasero era un lugar prohibido para nosotros, los niños. Nuestros padres nos habían advertido sobre el peligro de acercarnos a él, pero la curiosidad de mi primo Saúl y la mía propia nos llevaban a desafiar las reglas.
Saúl, siempre el más osado, nos contaba historias de espíritus y deseos concedidos si lanzábamos una moneda al pozo. Mi hermana Dania se reía de esas historias, pero yo siempre me preguntaba si había algo de verdad en ellas. Después de la muerte de mi tía, la casa se quedó vacía y el pozo se convirtió en un recuerdo lejano.
Pero cuando la casa se puso a la venta, decidimos regresar para limpiar el patio trasero por última vez. Saúl, sacó una moneda y nos propuso lanzarla al pozo para pedir un deseo. Mientras lo hacíamos, Saúl nos relató una historia sobre un viejo amor no correspondido de mi tía Julia, y sobre las historias de magia oscura que la rodeaban.
Por fin, nos armamos de valor para asomarnos al pozo. La oscuridad era total, pero entonces, un ruido extraño nos hizo dar un salto, y de repente, vimos sombras oscuras brotando del fondo del pozo. Una sombra grande y otra pequeña se acercaban hacia nosotros. Mi hermana y mis primos se pusieron a llorar de miedo, y yo mismo sentí un frío en la espalda. Intentamos huir, pero las sombras nos rodearon y atraparon a Saúl, arrastrándolo hacia el pozo mientras gritaba desesperado.
Corrimos a buscar a nuestros padres, intentando explicarles lo que había pasado. Buscaron en el pozo, pero Saúl había desaparecido sin dejar rastro. Desde entonces, la casa ha cambiado de manos varias veces, pero nadie ha podido vivir allí más de una semana. Dicen que en las noches, se escucha una voz pidiendo ayuda, una voz que proviene del antiguo pozo, donde Saúl desapareció para siempre.
¡Fin!
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