Hace muchos años, en una familia numerosa, vivía una mujer que siempre llevaba consigo una extraña muñeca. Nadie sabía quién se la había regalado, ni cómo llegó a sus manos. Pero su presencia inquietaba a todos. Aquella mujer, pasaba horas hablando y riendo con la muñeca, como si esta pudiera responderle.
La familia, presa del miedo, optó por cubrir la muñeca con una toalla, cada vez que estaban cerca, tratando de ignorarla. Sin embargo, quienes visitaban la casa, aseguraban que la muñeca los observaba fijamente, a algunos con una mirada de odio y a otros con extraña ternura.
Con el tiempo, la mujer que poseía la muñeca, desapareció sin dejar rastro. La casa quedó abandonada, pero la muñeca permaneció en su vitrina, intacta. Pronto comenzaron los rumores. Quienes entraban en la casa y mostraban desprecio hacia la muñeca, no volvían a salir con vida. Pero extrañamente, aquellos que llegaban por accidente o en busca de refugio, especialmente si estaban heridos o en apuros, encontraban consuelo y ayuda.
Al parecer, la muñeca no era malévola con todos, solo se volvía hostil con aquellos que la rechazaban o mostraban temor hacia ella. Tras varios años de terror y misterio, un día la muñeca desapareció de la vitrina. Desde entonces, se dice que su espíritu aún habita la casa.
¡Fin!
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