Tras el fallecimiento de su madre, Elena decidió dejarlo todo atrás, y mudarse a una antigua casa ubicada en las afueras de la ciudad. Buscaba paz, pero encontró algo muy distinto. Desde que llegó, Elena sintió un mal presentimiento, como si algo la vigilara en silencio. Esa sensación se volvió más intensa, cuando los objetos comenzaron a cambiar de lugar.
Las noches eran especialmente extrañas. Escuchaba pasos en el piso superior, sombras que cruzaban de un pasillo a otro, puertas que crujían sin motivo, y la lluvia golpeando las ventanas como si quisiera entrar. Incluso, una misma ventana amanecía empañada todos los días, aunque el clima fuera seco, y no hubiera razón para ello.
Pronto descubrió que aquella casa, había sido escenario de un antiguo ritual. Sus antiguos inquilinos, desesperados por obtener poder, intentaron invocar a un espíritu, que terminó escapando de su control. Desde entonces, la entidad habita en los rincones más oscuros, reflejándose en los espejos, y acechándola con una presencia que se volvía cada vez más intensa.
Elena intentó huir, pero la casa no la dejó. Cada intento de salir, se convertía en un callejón sin salida. El pueblo parecía condenado al mismo mal, como si generaciones enteras hubieran sido devoradas por esa presencia.
Con el tiempo, las visiones que experimentaba se volvieron cada vez más extrañas. Comenzó a ver habitaciones que no existían, y pasillos que parecían no tener fin. Elena ya no sabía si estaba despierta o soñando.
Finalmente, comprendió que la única forma de liberarse, era enfrentando al espíritu y completando el ritual que otros habían dejado inconcluso. Pero el precio era demasiado alto. Para escapar, debía entregar algo que jamás podría recuperar.
¡Fin!
¿Te gustó este relato? ¡Vota por él y ayúdalo a convertirse en la historia de terror más votada del sitio!.