Esta historia me la contó un tío que ya tiene alrededor de 50 años, tal vez un poco más. Lo que le sucedió ocurrió hace décadas en Tamaulipas, y aunque ha pasado mucho tiempo, la experiencia sigue causándole escalofríos.
En una ocasión, cuando mi tío tenía entre 14 y 18 años, volvía del pueblo ya entrada la noche. En esa época, no había luz eléctrica en los caminos, así que las únicas fuentes de iluminación eran la luna o una lámpara si se tenía suerte. Mi tío caminaba solo por las vías del tren, en dirección a su casa. Estaba a punto de llegar a una intersección donde debía girar a la izquierda, cerca de una señal ferroviaria blanca con una X que indicaba la proximidad del tren. En la oscuridad, creyó que lo que veía a lo lejos era esa señal, pero pronto se dio cuenta de que se movía.
A medida que se acercaba, la figura se fue definiendo. No era el letrero, sino una mujer de espaldas, vestida completamente de blanco. Mi tío pensó que podría ser alguien conocido, pero lo que realmente le inquietó fue darse cuenta de que la mujer no caminaba, sino que flotaba.
Es importante mencionar que, justo en la intersección, donde él debía doblar a la izquierda para ir a su casa; del otro lado a la derecha, estaba la bajada hacia el río. Sin darse cuenta, hipnotizado por aquella figura flotante, mi tío comenzó a seguirla sin cuestionarse lo extraño de la situación. La mujer se deslizaba en dirección al río, y él, sin voluntad propia, la seguía.
De repente, como si despertara de un trance, mi tío se encontró al borde de la bajada que conducía al río. Fue en ese momento cuando el miedo lo paralizó por unos segundos antes de que retrocediera, completamente aterrorizado, y retomara el camino hacia su hogar. No entendía por qué había seguido a esa mujer, especialmente sabiendo que algo en ella no era normal. A esas horas de la noche, nadie solía estar fuera, mucho menos cerca del río, que era conocido por su oscuridad impenetrable. Solo algunos pescadores ocasionales se aventuraban en el agua a esas horas, pero no en ese lugar.
Esa noche lo marcó profundamente. Nunca pudo entender quién o qué era esa mujer, ni qué habría sucedido si la hubiese seguido hasta el final. Mi tío siempre ha creído que lo que vio no era algo de este mundo, pero lo más aterrador fue sentir cómo algo, más allá de su control, lo obligaba a seguirla sin quererlo. A veces se pregunta si fue la Llorona o algún espíritu atormentado que intentaba llevarlo consigo.
¡Fin!
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