En un pequeño pueblo, existía una vieja cabaña que todos evitaban. Se decía que en su interior, habitaba el espíritu de una mujer que había desaparecido décadas atrás. Una noche, un grupo de amigos se aventuró a desentrañar el misterio que envolvía la cabaña.
Al entrar, el aire se volvió helado, y un silencio sepulcral los envolvió. Las paredes estaban cubiertas de polvo y telarañas, y un viejo espejo en la esquina reflejaba sus rostros pálidos. De repente, una risa suave resonó en la oscuridad. Los amigos se miraron, aterrados, pero decidieron seguir adelante.
Mientras exploraban, uno de ellos, Lucas, se acercó al espejo. Al mirarse, vio no solo su reflejo, sino también la figura de una mujer detrás de él, con una sonrisa siniestra. Gritó y se dio la vuelta, pero no había nadie allí. Sus amigos, asustados, comenzaron a salir corriendo.
Sin embargo, Lucas no pudo moverse. La risa se convirtió en un susurro que le decía, "quédate conmigo". El espejo comenzó a brillar intensamente, y antes de que los demás pudieran ayudarlo, Lucas fue absorbido por su propio reflejo, desapareciendo en ese instante.
Los amigos huyeron de la cabaña, dejando atrás, el eco de aquella risa siniestra. Desde entonces, cada luna llena, aquellos que se atrevían a pasar cerca de la cabaña, escuchaban el lamento de Lucas, resonando desde el otro lado del espejo.
¡Fin!
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