Hace aproximadamente seis años, decidí viajar a Oaxaca con tres de mis amigos. Viajamos por todo el estado, explorando la capital, algunos pueblitos mágicos, la costa y las montañas. En el primer día, llegamos a la zona costera, y decidimos acampar cerca de la playa. Era lunes, por lo que el lugar se encontraba completamente desolado.
El área contaba con baños, duchas y una pequeña caseta de vigilancia, pero todo estaba cerrado y no había nadie más en el lugar. Instalamos nuestras tiendas de campaña y nos acomodamos. El terreno era totalmente plano y estaba rodeado de vegetación, a unos 50 metros. La noche había caído alrededor de las 9, y la oscuridad era completa, con solo la luz de la luna permitiéndonos ver algo.
En un momento, a lo lejos, justo donde empezaba la vegetación, observamos una figura. Era una figura vestida completamente de blanco, pero no un blanco común, sino un blanco brillante y fosforescente, lo que hacía que destacara incluso en la penumbra. Lo más extraño era que la figura se movía de un lado a otro, como si estuviera realizando una danza o algún tipo de ritual.
Nos invadió un gran miedo al darnos cuenta de lo que estábamos viendo, pero no podíamos irnos, ya que no sabíamos adónde más acudir. Decidimos quedarnos, aunque el temor nos embargaba. Desde las 9 de la noche hasta las 4 de la mañana, esa figura permaneció allí, moviéndose de un lado a otro. Nadie se atrevió a acercarse ni a hacer ruido, temiendo que pudiera percatarse de nuestra presencia.
¡Fin!
¿Te gustó este relato? ¡Vota por él y ayúdalo a convertirse en la historia de terror más votada del sitio!.