Recientemente, mi esposa me compartió una fascinante anécdota sobre su hermano mayor. Según lo que me contó, cuando él tenía entre 10 y 12 años, tuvo un extraño encuentro con duendes. Mi esposa, que proviene de Tabasco, relató que un día su hermano y su padre, fueron a recolectar leña en el río Nava, en Puxcatan. Su padre lo dejó solo por un momento, y al regresar, solo encontró unas pequeñas huellas en el suelo.
Lo curioso era que un pie apuntaba hacia adelante mientras que el otro estaba orientado hacia atrás. Se cuenta que hay un tipo de duende que tiene los pies al revés para despistar a quienes intentan seguirlo. Angustiados, comenzaron a buscar a mi cuñado por todas partes. Los habitantes del pueblo se unieron a la búsqueda, recorriendo cerros, montañas y poblaciones aledañas.
Después de varios días y de recorrer grandes extensiones, finalmente lo hallaron en lo alto de un cerro, atrapado dentro de un pozo. Al principio, mi cuñado no estaba dispuesto a hablar sobre lo que había vivido. Sin embargo, con el tiempo, se animó a compartir su extraordinaria experiencia. Relató que el duende lo hizo dormir y lo condujo a un lugar que parecía una ciudad. No estaba seguro si se trataba de una cueva o de un espacio subterráneo, pero era una verdadera ciudad.
Allí, una familia de esos seres, intentó convencerlo de que se casara con una mujer de la comunidad. Le ofrecieron incontables tesoros si decidía quedarse con ellos; finalmente, él rechazó la oferta, y después de mucha insistencia por parte de ellos, lo dejaron en el cerro donde lo encontraron. Nunca ha revelado con claridad qué le dijeron o qué otras experiencias más tuvo durante los días que permaneció desaparecido.
Esa fue su experiencia de infancia. Aunque ahora vive en Playa del Carmen y tiene su propia familia, según me cuentan, evita regresar a Puxcatan y no disfruta pasar mucho tiempo allí desde que vivió aquella misteriosa experiencia.
¡Fin!
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