La tarde se cernía sobre la vieja casona cuando Leonardo regresó de la escuela. Arrastrando su mochila con pereza, cruzó el umbral de la que sería su nuevo hogar. Dirigiéndose a la cocina, encontró allí a una mujer joven, de cabello oscuro y mirada penetrante.
¿Tú debes ser Leonardo? Yo me llamo María, ¿Deseas algo de beber?
Leonardo asintió con la cabeza, sin despegar la vista de su libro. Se sentó a la mesa, decidido a terminar el informe para su clase de literatura. María le colocó un vaso de agua frente a él, observándolo con curiosidad.
¿Qué lees? preguntó ella en voz baja.
La casa a oscuras, respondió Leonardo con tono indiferente.
"Recuerdo haber leído ese libro en la escuela", dijo con un tono ligero María. "Pero nunca me gustaron las historias de terror. Espero que tú no seas tan crédulo como para creer en ellas."
Leonardo la miró con desdén. "Por supuesto que no," dijo con firmeza. "Soy un hombre racional, no un niño pequeño. Además, ¿de verdad crees en los rumores que circulan sobre esta casa?"
María apartó la mirada, No sé, murmuró. Tal vez solo sean historias para asustar a los niños.
Leonardo la miró con incredulidad. No seas supersticiosa María, dijo con tono burlón. "Esta casa es vieja, eso es todo. Solo necesita un poco de limpieza y orden."
María se levantó de la mesa y se dirigió hacia la sala, donde comenzó a desempacar las cajas que contenían las pertenencias de la familia. Leonardo la observó en silencio, sin poder evitar una sensación de inquietud.
Las horas transcurrieron lentamente. Leonardo terminó su informe y subió a su habitación para tomar una siesta. Entre dormido, Leonardo escucha cuando María se despide desde la puerta, indicándole que su turno había terminado por el día de hoy.
Cuando la noche comenzaba a caer, el padre de Leonardo regresó a casa después de su jornada laboral. Ambos comenzaron a charlar en la sala.
Estoy empezando a sentirme incómodo en esta casa, dijo el padre, con un tono de inquietud. Los rumores sobre fantasmas me tienen muy nervioso.
No te preocupes papá, respondió Leonardo con tranquilidad. "Sólo tú crees en esas historias. Ni siquiera María, la nueva empleada, cree en ellas".
El padre se cubrió la boca con la mano, con una expresión de shock. "¡Hijo, rápido! ¡Tenemos que irnos de aquí ahora mismo!"
Leonardo se sorprendió por la reacción de su padre. "¿Por qué papá? ¿Qué pasa?"
El padre reveló la verdad con un susurro: "Yo no contraté a ninguna empleada doméstica".
¡Fin!
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