El catorce de febrero se vestía de gala, adornado con corazones rojos y frases cursis que celebraban el amor en todas sus formas. Sin embargo, para el protagonista de esta historia, esta fecha solo traía consigo un sabor amargo y un recuerdo imborrable de la traición.
Era el cuarto aniversario con su esposa, y él, a pesar de la infidelidad que había manchado su relación, estaba dispuesto a perdonarla y seguir adelante. Con ese anhelo en su corazón, se dispuso a preparar una cena romántica, adornando la mesa con velas y flores, y cocinando su platillo favorito.
Sin embargo, mientras se encontraba en la cocina, un aroma putrefacto inundó la casa. El olor, que había estado presente durante dos días, lo obligó a comprar un aromatizante para disimularlo.
Al terminar de preparar la cena, se dirigió al baño para prepararse para la llegada de su esposa. El reloj marcaba las 9:00 pm cuando recordó que debía ir a buscarla.
Al entrar a la funeraria, la vio inerte en un féretro, vestida con el mismo vestido negro que le había regalado en su primer aniversario.
A pesar del dolor, decidió llevarla a casa para darle un último adiós. La colocó en una silla, rodeado de las flores que había preparado para la cena. Con la luz tenue de las velas, le confesó que sabía de su infidelidad con su jefe, pero que por amor había fingido no saber nada.
Sin embargo, al enterarse de que ella pretendía irse con él, el dolor de la inminente partida lo había consumido, cegándolo de rabia y llevándolo a cometer un acto atroz, arrebatándole la vida.
A la mitad de la velada, en hombre se levanta de su asiento y se dirige al congelador, de donde saca la cabeza del amante, poniéndolo sobre la mesa y recordándole a su amada lo mucho que le gustaba a ella acariciarle la cara y el pelo, por lo que pensó que sería un buen regalo de aniversario.
Con la cabeza de su amante sobre la mesa, como un macabro regalo, el protagonista continuó su cena.
¡Fin!
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