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La Enfermera de la Oscuridad

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El frío y oscuro pasillo del hospital parecía extenderse hacia la eternidad cuando salí de la habitación donde yacía el cuerpo sin vida de mi madre. Mi corazón latía con fuerza, luchando contra el dolor y la angustia que me oprimían el pecho. Entonces, en medio de mi tormento, sentí una presencia detrás de mí. Una presencia que parecía surgir de las sombras, acechándome con un aura de misterio y secreto. Sentí su mano fría en mi hombro, me giré lentamente para enfrentarla, y allí estaba ella: la enfermera.

Su figura se recortaba en la penumbra, su rostro apenas iluminado por la tenue luz que se filtraba desde las luces fluorescentes del techo. Sus ojos, profundos y penetrantes, parecían contener un conocimiento más allá de lo humano. Y su voz, suave pero firme, resonaba en el aire como un susurro siniestro.

"Lamento su pérdida", dijo, su voz envuelta en un halo de misterio.

Mi corazón dio un vuelco en mi pecho mientras la observaba con cautela. ¿Quién era esta mujer? ¿Qué hacía aquí, en medio de mi dolor y mi desesperación?

En un momento de debilidad, dejé que las palabras fluyeran de mí como un torrente de emociones reprimidas. Le conté sobre mi madre, sobre nuestros recuerdos compartidos, sobre el dolor que me consumía desde su partida. Y ella escuchaba, con una atención que parecía trascender lo ordinario.

Cuando terminé de hablar, la enfermera extendió su mano fría y delicada hacia mi mejilla, como si quisiera consolarme en medio de la oscuridad. "Sé fuerte", susurró, y sus palabras resonaron en mi alma dejando una sensación de consuelo.

Pero antes de que pudiera procesar completamente su presencia, el forense apareció, rompiendo el hechizo con su llegada inoportuna. Me miró con curiosidad, preguntando con quién estaba hablando. Y cuando volví la vista hacia donde había estado la enfermera, ya no estaba allí.

Una sensación de desconcierto me invadió mientras observaba el vacío que había dejado tras de sí. ¿Quién era esa mujer? ¿Cómo había desaparecido tan misteriosamente?

Hasta el día de hoy, me atormenta la incertidumbre. Pero agradezco el consuelo que me brindó en mi momento de necesidad, incluso si su presencia sigue siendo un enigma sin resolver.

¡Fin!

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