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El Paseo de Sally

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Sally, una niña de espíritu libre y amante de la naturaleza, solía deleitarse con paseos al atardecer antes de la merienda, buscando las flores más hermosas para regalar a su madre. En uno de esos días soleados, emprendió su camino con la emoción de saber que al regresar la esperaba un trozo de tarta casera. Antes de partir, besó a su madre con cariño y le prometió regresar con un ramo de flores silvestres.

Mientras caminaba por el sendero, Sally se deleitaba con la suave brisa primaveral, observando las mariposas revolotear entre las flores y los colibrís libar el néctar. Todo era perfecto para esta pequeña exploradora del bosque.

Su recorrido ya casi llegaba a su fin, pero Sally, incansable de aventuras, decidió desviarse del camino y adentrarse en un bosque desconocido, con la esperanza de encontrar flores aún más especiales a orillas de un lago que había escuchado susurrar en el viento.

Al llegar a la orilla del lago, Sally quedó cautivada por la belleza del paisaje. El agua cristalina reflejaba la luz del sol como un espejo, los patos nadaban tranquilamente y el canto de los pájaros llenaba el aire de una melodía serena. Sin embargo, la paz del lugar no duraría mucho tiempo. De pronto, sin previo aviso, la luz del sol se ocultó y una oscuridad repentina envolvió el lago.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sally al verse envuelta en una penumbra inesperada. Dio unos pasos adelante y comenzó a escuchar pisadas detrás de ella, como si alguien la acechara entre las sombras. El miedo se apoderó de su corazón y echó a correr por el bosque, buscando desesperadamente el camino de regreso.

La oscuridad parecía avanzar con ella, cerrando el paso a cada sendero que intentaba tomar. Aterrorizada, Sally volteaba a cada instante, sintiendo una sombra que la perseguía sin cesar. Entre los árboles, vislumbraba ojos brillantes que no pertenecían a ningún animal conocido. La presencia invisible se acercaba cada vez más y Sally corría con todas sus fuerzas, sabiendo que su vida dependía de ello.

En su desesperada huida, tropezó con una rama seca y cayó al suelo. Entre la penumbra, reconoció un camino familiar y se levantó con un nuevo impulso de esperanza. Corrió sin mirar atrás, dejando atrás la oscuridad y la aterradora presencia que la perseguía.

Al llegar al sendero que conducía a su casa, Sally se percató de que algo no estaba bien. Las flores que antes adornaban el camino habían desaparecido, los pájaros habían dejado de cantar y un silencio sepulcral reinaba en el lugar. Sorprendida, pero sin tiempo para detenerse, continuó su carrera, cansada, asustada y con un inmenso deseo de llegar a los brazos de su madre.

Finalmente, llegó a su hogar. Pero la imagen que la esperaba la llenó de terror. La casa que antes era un refugio de amor y alegría ahora se veía vieja, descuidada y a punto de derrumbarse. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras llamaba a su madre con voz temblorosa, sin obtener respuesta.

Sally entró en la casa buscando desesperadamente a su madre, pero solo encontró silencio y soledad. La oscuridad que la había perseguido en el bosque ahora la rodeaba por completo, asfixiándola con su gélido abrazo. De pronto, la puerta de la casa se cerró de un golpe, dejando a Sally a merced de la oscuridad y una figura negra que se acercaba lentamente.

Frente a frente con la muerte, Sally recordó, con una tristeza infinita, que nunca regresó a su hogar. Aquella fatídica tarde, mientras exploraba el bosque, se encontró con un grupo de cazadores que, por error, la confundieron con un animal y le dispararon. Su cuerpo nunca fue encontrado y desde entonces, cada primavera, Sally repite su último paseo, vagando por el bosque y la orilla del lago en busca de paz. Su alma no podrá descansar hasta que alguien la encuentre y le dé el entierro que merece.

¡Fin!

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