Hace mucho tiempo en la ciudad de Cúcuta, específicamente en el barrio Magdalena, vivía un hombre que sufría constantes maltratos verbales por parte de su madre. Ella solía desearle cosas terribles, como que lo mataran o asustaran, sin motivo aparente. A pesar de esto, a él le gustaba salir a fiestas.
Una noche, de regreso de una fiesta, pasó por una cancha y vio a un hombre montado en el tablero de uno de los arcos. Ambos se percataron de la presencia del otro, y el hombre en el tablero le preguntó de dónde venía. El protagonista sintió escalofríos y presintió que esa persona no era real, sino una energía maligna.
Recordando los consejos que había escuchado sobre no revelar que venía de una fiesta si se encontraba con el demonio, mintió y dijo que venía de trabajar. El ser en el tablero le pidió fuego para un cigarrillo y, al acercarse, el protagonista notó que la mano del ser se extendía hasta la mitad de la cancha, revelando su verdadera naturaleza demoníaca.
Aterrado, comenzó a alejarse lentamente, manteniendo la mirada en el demonio. A medida que se alejaba, la figura demoníaca se encogía hasta desaparecer por completo. El hombre salió corriendo hacia su casa, agradecido de haber escapado de esa experiencia sobrenatural.
¡Fin!
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