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La Noche que Despertó el Demonio

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En una oscura noche de abril de 1990, un viernes Santo cargado de misterio, Josefina, una joven de 18 años con una belleza inquietante, se aventuró con su grupo de amigos a la discoteca Cyclon. Este lugar, reputado por su exclusividad, prometía una noche de diversión sin igual en la ciudad.

La figura esbelta y la piel pálida de Josefina destacaban entre la multitud, atrayendo miradas curiosas y envidiosas por igual. Pero su encuentro con un hombre de porte enigmático cambiaría para siempre la percepción de esa noche. Vestido de negro como la misma sombra, el extraño emanaba una aura de misterio y peligro que no pasó desapercibida para la joven.

La invitación a bailar del hombre de negro llevó a Josefina a sumergirse en una danza que parecía trascender la realidad misma. Canción tras canción, la pareja se convertía en el centro de atención de la discoteca, eclipsando todo a su alrededor con su magnetismo inquietante.

Pero conforme avanzaba la noche, una atmósfera neblinosa se apoderaba del lugar. Murmullos inquietantes y miradas furtivas comenzaron a propagarse entre los presentes, como si algo oscuro estuviera al acecho en las sombras de Cyclon. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Josefina, presagiando el horror que estaba por desatarse.

Los testigos presenciaron con horror cómo los pies del misterioso caballero se transformaban lentamente en pezuñas de cabra, revelando su verdadera naturaleza demoníaca. El pánico se apoderó de la discoteca mientras el olor acre del azufre inundaba el aire, anunciando la presencia de fuerzas más allá de la comprensión humana.

En medio del caos, Josefina intentaba liberarse del abrazo de la criatura, cuya risa estridente resonaba en los oídos de los presentes como un eco de la locura misma. La desesperación y el terror se apoderaron de la joven mientras luchaba por su vida en un torbellino de sombras y llamas.

Solo la invocación de una antigua oración. Ave María purísima, un susurro perdido en el clamor del terror, logró desatar el poder necesario para romper el hechizo que aprisionaba a los presentes. Con un destello de luz, la discoteca quedó envuelta en un silencio sepulcral, revelando la imagen desgarradora de Josefina, su piel marcada por las garras del demonio y su vestido consumido por el fuego del infierno.

Así, en aquella noche, la leyenda de Durango cobró vida, dejando un horror imborrable en la memoria de aquellos que presenciaron las sombras de la noche eterna.

¡Fin!

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