En un pequeño pueblo, rodeado de grandes bosques, vivía una niña llamada Sofía. Ella tenía una amiga invisible llamada Emma, que solo ella podía ver y oír. Sofía creía que Emma era su ángel de la guarda, pero pronto descubrió que su amiga invisible tenía un lado oscuro.
Sofía comenzó a notar que Emma se estaba volviendo cada vez más dominante. La niña se sentía atraída por la oscuridad, y Emma la empujaba a hacer cosas que no eran propias de ella. Sofía se sentía como si estuviera bajo el control de Emma, y no sabía cómo escapar.
Una noche, mientras la familia dormía, Sofía se despertó con un grito. Al encender la luz, vio a Emma de pie junto a su cama, con ojos que brillaban con una luz infernal. Sofía se dio cuenta de que Emma no era una amiga invisible, sino una entidad maligna que se había apoderado de su mente.
A medida que pasaban los días, la casa se llenó de sombras y ruidos extraños. Los objetos se movían solos, y la familia de Sofía comenzó a sentir una presencia maligna en la casa. Intentaron convencer a Sofía de que Emma no era su amiga, sino una entidad oscura que debían alejar.
Pero Sofía se resistía a aceptar la verdad. Cada vez más obsesionada con Emma, la niña se volvía más y más distante. La situación alcanzó su punto álgido cuando, una noche, la familia de Sofía la encontró hablando con Emma en voz baja en la oscuridad de su habitación. De repente se escuchó una voz siniestra que decía "Sofia ahora es mía, les dije que no me separarían de ella". La habitación se llenó de un frío glacial, y Sofía se volvió hacia ellos con ojos que no eran suyos, murmurando "Ahora ya somos una familia feliz".
El miedo se apoderó de la familia, mientras la presencia de Emma tomaba el control. Sofía se convirtió en una marioneta de Emma, y la familia se vio obligada a huir de la casa para escapar de la entidad maligna. Pero Sofía se quedó atrás, atrapada en la oscuridad, con Emma como su única compañía.
¡Fin!
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