Era una noche oscura y fría en la mina de Sonora. Juan Ramón, un trabajador de mantenimiento, recibió una llamada para reparar una falla en las válvulas de agua en el cerro. Después de subir la colina, llegó al lugar donde se encontraban las válvulas y comenzó a trabajar. La reparación parecía sencilla, así que se apresuró para terminar lo antes posible y regresar al campamento.
Después de solucionar el problema, Juan Ramón se dirigió hacia su camioneta, que estaba estacionada en el lado del camino. Notó que las luces intermitentes estaban encendidas y las puertas, abiertas. Se preguntó cómo era posible que lo hubiera olvidado, pero atribuyó el descuido al cansancio y al sueño que lo embargaba.
Se subió al vehículo y comenzó a dormitar, pero pronto se despertó con el sonido estridente del claxon. El sonido intermitente lo sacó del sueño y lo hizo sentir desorientado. Miró a su alrededor y vio que la niebla había cubierto el interior de la camioneta, haciendo que el exterior fuera invisible.
De repente, el sonido del claxon cesó y Juan Ramón se dio cuenta de que algo estaba mal. Miró para atras y vio una figura extraña agachada, con ojos que no parecían humanos. La criatura lo miraba fijamente a través del parabrisas posterior, y Juan Ramón sintió un miedo incontrolable.
En un estado de pánico, Juan Ramón encendió el motor y salió disparado cuesta abajo. Mientras bajaba la colina, vio que la criatura lo perseguía a velocidad inhumana, manteniéndose al lado de la ventana del piloto. El viento aullaba en sus oídos y el ruido del motor de la camioneta era ensordecedor.
Finalmente, Juan Ramón llegó al campamento y se sintió aliviado de haber escapado de la criatura. Respiró profundamente y trató de calmar el pánico que se había apoderado de él. Sabía que había algo más allá de su comprensión y que algunos misterios eran mejor dejarlos en el pasado.
¡Fin!
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