Trabajo en un cementerio en Chile, y me desempeño como sepulturero, además de operador de los hornos de cremación. Es un trabajo bastante peculiar, y hace algún tiempo, llegó a la morgue del crematorio el cuerpo de un niño, el cual sería cremado días después, ya que era necesario la aprobación del Servicio Nacional de Salud.
El día de la cremación, comencé a preparar al pequeño para su despedida, pues su familia asistiría al momento. Al acomodarlo, noté que cada vez que intentaba cerrarle los ojos, estos volvían a abrirse. Tras varios intentos, opté por sellar sus párpados, como se hace en esos casos (aunque prefiero evitarlo).
Cuando presenté el cuerpo, ya maquillado y colocado en su ataúd, la familia comenzó a despedirse antes de trasladarlo al horno para la cremación. Sin embargo, al mirarlo nuevamente, me di cuenta de que otra vez tenía los ojos abiertos. Contuve mi asombro para no inquietar a la familia. Mientras la madre lloraba desconsoladamente, logró hablar y me contó que su hijo tenía miedo a la oscuridad. Cada vez que le apagaba la luz, él comenzaba a llorar, y ella se quedaba con él, hasta que lograba quedarse dormido. Pensé que quizá, por ese temor, el niño no dejaba sus ojos cerrados.
Después de esa cremación, cosas extrañas empezaron a ocurrir en el cementerio. Los guardias decían, que en la noche, se escuchaba el llanto de un niño. Uno de ellos incluso capturó una fotografía mientras hacía su ronda en el estacionamiento del crematorio, donde se distingue claramente la sombra de un niño.
¿Qué creen que podría estar pasando? Ya ha pasado una semana desde que comenzaron estas cosas: las herramientas de trabajo desaparecen y reaparecen en otros lugares, las llaves de agua se abren solas, y la figura de ese niño sigue apareciendo en el estacionamiento. Llevo cuatro años trabajando aquí, y jamás había experimentado algo así.
¡Fin!
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