Mi abuela, siempre cuenta una experiencia que vivió en su infancia, un evento que aún la hace estremecerse. Ella y sus hermanos jugaban bajo la sombra de un gran árbol, cerca de un riachuelo. El sol comenzaba a ocultarse, y el día se desvanecía lentamente, dejando que las sombras del anochecer comenzaran a aparecer.
Mientras jugaban sin preocupaciones, divisaron a lo lejos la silueta de una mujer vestida totalmente de negro; con un velo que cubría su rostro. Lo más extraño era que no caminaba sobre el suelo, sino que parecía deslizarse sobre el agua del arroyo. Gradualmente, la figura se fue acercando hasta estar frente a ellos. Sin pronunciar palabra, les pidió un vaso con agua.
Mis tíos y mi abuela, siendo niños, no encontraron nada extraño en la petición. Le ofrecieron el agua con la ingenuidad propia de su edad. La mujer aceptó el vaso y se marchó. Sin embargo, cuando se alejaba, algo aterrador llamó su atención: aquella mujer no caminaba, sino que flotaba sobre el arroyo, y su rostro, no era humano, sino que tenía el aspecto de un caballo.
Aterrados, los niños huyeron despavoridos, dejando atrás el arroyo y a la inquietante figura que los había visitado. Ese encuentro quedó grabado para siempre en la memoria de mi abuela, como un misterio que jamás logró comprender por completo.
¡Fin!
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