Cuando era niño, acostumbrábamos salir a primera hora de la mañana a vender café y panes dulces. Al regresar, aprovechaba para descansar un rato, ya que estudiaba por las tardes. Vivíamos en un pequeño apartamento, y esa mañana llegué cansado como siempre; y me tumbé a dormir. Mientras yo dormía, mi madre y mis hermanas estaban conversando en la sala.
De repente, mis hermanas aseguran que me vieron salir de la habitación. Me quedé parado frente a ellas, las observé con una mirada molesta y me dirigí al baño sin decir una palabra. Pasó casi una hora, y mi madre, extrañada de que no saliera del baño, me llamó desde la sala para ver si todo estaba bien. Al no obtener respuesta, mis hermanas decidieron entrar a mi cuarto, y lo que vieron las dejó en shock: yo seguía profundamente dormido en la cama.
Lo más raro fue que la ropa con la que supuestamente me habían visto salir no era la que llevaba puesto mientras dormía. Aquella ropa que decían haberme visto usar estaba tirada en el suelo del baño. Nadie comprendía lo que había ocurrido, y cuando desperté, noté las miradas de asombro y temor en sus rostros. Preocupada, mi madre decidió que debíamos deshacernos de esa ropa. "Por precaución", dijo.
Ese incidente fue solo uno de los muchos sucesos extraños que vivimos. En cualquier lugar al que íbamos, siempre ocurría algo inusual: ruidos sin explicación, sombras que no parecían ser de este mundo, o situaciones como aquella, que simplemente desafiaban la lógica. Aunque jamás logramos entender qué o quién nos seguía, estaba claro que lo que fuera, siempre estaba presente con nosotros.
¡Fin!
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