Cuando tenía unos 7 años, mi padre me llevó de viaje a Carbó, Sonora, para visitar a algunos familiares. En aquel entonces, Carbó era un lugar muy remoto y casi desértico, lo que lo hacía parecer un pueblo fantasma. No sé cómo será ahora, ya que nunca volvimos desde ese viaje.
Durante nuestra estancia en la casa de su prima, pasaba el tiempo jugando con una niña de mi edad, hija de alguien del pueblo. Siempre me llevaba a jugar al patio trasero, donde había una casa que parecía abandonada. Ahora me doy cuenta de que estaba deshabitada, porque la puerta tenía un candado y una cadena, pero en aquel momento no lo procesé.
Un día, mientras jugábamos, la niña me llevó frente a esa casa y me dijo que mirara a través de un agujero en la puerta, justo donde estaba la cadena. Al asomarme, vi a tres niñas con vestidos blancos, el cabello largo y una piel muy pálida, corriendo por el interior de la casa. Aquel lugar estaba lleno de polvo y los muebles estaban cubiertos por sábanas blancas.
En aquel momento, no comprendí que podría haber visto algo paranormal. Simplemente observé a las niñas y seguí jugando. Ahora, al recordar ese día, me doy cuenta de que era imposible que hubiera tres niñas dentro de una casa que estaba cerrada y aparentemente abandonada.
Constantemente reflexiono sobre esa experiencia, y me gustaría regresar para preguntar a mis familiares, de quién era esa casa y quién vivía allí hace más de 20 años. Lo que vi sigue siendo un misterio que no puedo olvidar.
¡Fin!
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