Lo que les voy a contar, lo viví en mi casa cuando era pequeña, y es 100% real.
Mi madre y mi abuelita, siempre dijeron que me seguían los duendes. Yo solía aparecer moreteada o rasguñada de la nada. Una vez, mientras estaba sentada en el piso, agarrada del vestido de mi abuela, ella sintió un tirón en su ropa. Me dijo que parecía como si alguien me hubiera empujado o pegado. O al menos eso se imaginó, ya que solo sintió el tirón de su vestido, y yo lloré mientras me movía unos cuantos centímetros de donde estaba.
Cuando tenía unos 8 años, en mi casa se sentían ruidos como risas, quejidos o suspiros muy fuertes. Así comenzó todo. Después de un tiempo, las cosas empeoraron. A las 3 de la tarde, todos los días, se abrían y cerraban (o más bien tiraban) las puertas de los muebles de la cocina durante unos 15 minutos, y luego paraba. Después de eso, comenzaban a tirar los zapatos de nuestro dormitorio hacia el de mis padres (allí veíamos televisión, ya que solo teníamos una en casa).
Por las noches, se escuchaban murmullos de niños. Estuvimos así como un mes. Una vecina que es evangélica, le dijo a mi mamá que llevaría al pastor de su iglesia, y así fue. El pastor se puso a orar en nuestra casa, pero no funcionó.
Un día, una amiga de mi mamá llevó a una señora que le dijo, que en nuestra casa había muchos espíritus de niños, ya que antes de que nosotros viviéramos allí, había vivido una mujer que se había hecho muchos abortos. Esos espíritus estaban allí. La señora le dijo a mi mamá, que en la noche pusiera cuatro velas debajo de la mesa, como si les hiciera un velorio a esos niños, y que así todo pasaría. Así lo hizo, y dejamos de sentir todas esas cosas.
Sin embargo, mi casa nunca ha estado tranquila. A veces se ve un hombre vestido de negro, y otras veces se escuchan pasos de un hombre con zapatos mojados (suena como si los trajera empapados), o de una mujer con tacones.
Hace unos 4 años, mi hija, que en ese entonces tenía 3 años, me dijo: "Mamá, dile que se vaya, ya no quiero jugar, quiero dormir". Yo le respondí: "¿A quién?". Y me dijo: "Al niño que está allí" (cabe destacar que estábamos solas).
¡Fin!
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