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Mi Tío Alfonso y la Mujer de Rostro Cadavérico

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Mi abuelo Alfonso solía contarnos una historia, que con los años, se volvió casi una leyenda en la familia. Aseguraba que le ocurrió cuando era joven, en los años en que la vida se vivía entre tragos, risas y noches interminables.

Una noche, después de una larga jornada bebiendo con unos amigos en una vieja cantina del pueblo, decidió regresar a casa. Eran cerca de las cuatro de la madrugada, y las calles, estaban completamente desiertas. No se escuchaba más que el eco de sus pasos arrastrándose por las veredas empedradas.

En el camino, con el alcohol aún dominando sus sentidos, sintió la necesidad de orinar, así que Se acercó a un árbol grande y viejo. Fue entonces, mientras aliviaba la vejiga, que escuchó unos tacones resonando en el silencio.

Alzó la vista, y allí frente a él, se encontraba una mujer de figura esbelta, vestida completamente de negro. Tenía el cabello rubio, largo, perfectamente peinado, y un rostro, que según él, era el más hermoso que había visto. Se acercó a él, y con una voz suave, le pidió fuego para encender su tabaco.

Mi abuelo, intrigado y quizás algo mareado por el alcohol, sacó su encendedor y se lo ofreció. Pero Justo cuando la flama le iluminó el rostro, su belleza se desvaneció. En su lugar, apareció un rostro cadavérico, con una sonrisa aterradora, que le erizó la piel

Aterrorizado, mi abuelo soltó el encendedor y corrió sin mirar atrás, con el corazón acelerado. Nunca supo si fue real, o una alucinación provocada por el alcohol.

En casa, aún se debate si fue solo una borrachera más... o si aquella noche, mi abuelo Alfonso, se cruzó con una aparición del infierno.

¡Fin!

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