Mariana, exhausta tras una jornada laboral agotadora, abordó el último autobús nocturno para regresar a casa. Al entrar, percibió que el vehículo estaba prácticamente vacío, excepto por un solitario pasajero en la parte de atrás. El hombre tenía un semblante pálido, y una mirada algo extraña.
El autobús inició su trayecto, y Mariana intentó relajarse, observando las calles a través de la ventana. Sin embargo, después de un tiempo, algo no parecía andar bien. Las calles, aunque conocidas, se repetían una y otra vez. Mariana, reconoció los mismos árboles y farolas que había visto minutos antes. Una sensación de miedo la invadió, al notar que el autobús, parecía estar dando vueltas por el mismo lugar.
Decidida a averiguar lo que ocurría, Mariana se aproximó al único pasajero.
—Perdone, ¿sabe qué está sucediendo? —preguntó Mariana.
El hombre giró lentamente hacia ella, dejando ver su rostro pálido y sus ojos desprovistos de vida. Y con una voz distorsionada y aterradora, susurró:
—No debiste subir. Ahora formas parte de este viaje sin fin.
Un terror paralizante se apoderó de Mariana. Corrió hacia la puerta, desesperada por huir, pero el conductor no era más que una sombra sin rostro. Al mirar por la ventana, vio su propio reflejo sentado en el asiento del espectro, con una expresión de pánico en su rostro.
El autobús continuó su viaje sin fin, desvaneciéndose en la niebla, condenado a repetir su ruta eternamente… con Mariana atrapada dentro, prisionera de un destino del que no podrá escapar.
¡Fin!
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