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Luis y la Joven del Más Allá

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Lo que estoy a punto de contarles, es una historia verídica, que ocurrió en la ciudad de Bogotá.

Luis Gabriel era un joven apuesto e inteligente, a punto de graduarse como abogado. Para celebrar, sus compañeros de universidad lo invitaron a un balneario en las afueras de la ciudad. Todos estaban acompañados por sus parejas… menos él.

Mientras la fiesta avanzaba, Luis Gabriel notó a una muchacha sentada sola en una mesa. Tenía unos 17 años, un rostro dulce y una mirada encantadora.

Movido por la curiosidad, se acercó a ella. Comenzaron a hablar, y durante la conversación, ella le dijo que se llamaba Leticia Córdoba. Poco después, se levantaron a bailar. La conexión fue instantánea.

Cerca de la medianoche, él se ofreció a llevarla a casa. Leticia, vestida con un sencillo vestido floreado, aceptó. Para protegerla del frío, Luis le prestó su chaqueta. La acompañó hasta su casa, la vio entrar… y se marchó.

A la mañana siguiente, con el deseo de volver a verla, y usando la excusa de recuperar su chaqueta, Luis decidió ir a la casa donde la había dejado la noche anterior. Tocó la puerta, y lo atendió un hombre mayor.

—Buenos días… vine a ver a Leticia Córdoba. Anoche la conocí, y le presté mi chaqueta. El rostro del hombre se tornó pálido.

—Eso no puede ser —murmuró.

El muchacho insistió. Pero El hombre, visiblemente afectado, lo invitó a pasar. Sacó un álbum viejo de fotografías y se lo mostró. Luis, inmediatamente la reconoció.

—Es ella. Fue con quien bailé anoche.

El hombre, con la voz temblorosa y lágrimas en los ojos, respondió:

—Joven... mi hija Leticia falleció hace un año, en un accidente.

Luis retrocedió, incrédulo. Pensó que le estaba jugando una broma cruel. Pero entonces el hombre le dijo:

—Acompáñame… te mostraré la verdad.

Ambos se dirigieron al Cementerio Central. Caminaron entre lápidas, hasta que el padre se detuvo frente a una tumba. Allí, grabado en mármol, estaba el nombre de Leticia Córdoba… y su fotografía. Sobre la lápida, cuidadosamente doblada, estaba la chaqueta de Luis Gabriel.

El joven cayó de rodillas, sin comprender lo que estaba viendo. Desde aquel día, algo cambió en él. Con el tiempo, fue internado en un hospital psiquiátrico, donde a menudo, se le ve bailando solo en su habitación, convencido de que lo hace con ella… la muchacha que ya no pertenece a este mundo.

¡Fin!

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