Hace una semana, recibí una llamada de un viejo amigo llamado John, un compañero de la secundaria con el que no había hablado en años. Estuvimos recordando todas las travesuras y tonterías que hacíamos en aquellos días. Unos días después, decidí llamarlo nuevamente para ver si podíamos salir, tal vez ir a pescar o hacer algo divertido.
Durante la conversación, le propuse: Oye, ¿por qué no nos encontramos algún día?. Al principio, se mostró reacio y me dijo que no era buena idea, pero finalmente accedió. Le pedí la dirección de su casa, la anoté, y acordamos vernos al día siguiente en la mañana.
Cuando llegué al lugar que me indicó, me sorprendió lo que vi. No había nada más que escombros. Parecía que un incendio había devastado el lugar hace años, y nadie había hecho nada para limpiarlo. En medio de los restos, me encontré con un antiguo teléfono de disco tirado en el suelo, desconectado de cualquier línea. Con rapidez, saqué mi móvil y marqué su número.
Desde el suelo, el teléfono de disco comenzó a sonar.
Una vez.
Dos veces.
Tres veces.
Con el corazón acelerado, dejé caer mi celular y me arrodillé para recoger el teléfono de disco. Entonces, una voz distorsionada y llena de estática salió por el auricular:
"Te advertí que esto no era una buena idea".
¡Fin!
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