Una tarde, salí a beber con unos amigos y decidimos ir a un bar muy conocido en el centro de la ciudad, pero el tiempo se nos pasó volando. Cuando me di cuenta de la hora, el reloj marcaba las 11 de la noche. Me despedí rápidamente, mencionando que tenía que irme para alcanzar el metro. Vivía cerca de la estación Instituto del Petróleo, y si eres de la Ciudad de México, ya sabrás que no es precisamente un trayecto corto.
Todo parecía ir con normalidad hasta que, al llegar a las escaleras de la estación 18 de Marzo, me encontré con una mujer mayor que iba rezando. Ella bajó primero, y aunque traté de no prestarle mucha atención, de repente la vi caer por las escaleras, golpeándose el rostro. Corrí hacia ella para ayudarla, pero lo que vi me dejó helado: en lugar de su cara, había un cráneo con facciones cadavéricas, que se reía con una risa infernal.
Desesperado, salí corriendo por el largo pasillo, el mismo por donde se realiza el transbordo. Mientras corría, oía pasos que venían detrás de mí y las risas de múltiples personas. Más tarde, al buscar información en internet, me enteré de que mucha gente asegura que, en esa estación, rondan los espíritus de personas que no cumplieron sus promesas a la Virgen de Guadalupe. Dicen que, al estar tan cerca de la Basílica, si no cumples con lo prometido a los santos, tu alma nunca encontrará descanso.
¡Fin!
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