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Los Aterradores Amiguitos de Mi Hija

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Mi hija de 5 años, adora jugar a la casita con sus muñecas. Cuando conversaba con ellas, no me inquietaba; al contrario, nos divertía su imaginación. Sin embargo, una tarde, su risa no cesaba, y la escuché decir:

—No Pedrito, mamá se va a molestar.

Intrigada, corrí hacia ella y le pregunté:

—Hijita, ¿por qué me molestaría?

—Pedrito me pidió que pinte la puerta del baño —respondió.

Con seriedad, le advertí que no lo hiciera, pues era una travesura.

Nos fuimos a dormir, y al despertar al día siguiente, me dirigí a la sala. Al pasar por el baño, vi la puerta pintada de rojo y amarillo, los mismos colores de las pinturas que le había regalado. Un poco molesta, le dije:

—Rebeca, ¿por qué manchaste la puerta?

—No fui yo mamá. No he jugado con las pinturas —respondió.

Decidí dejarlo pasar y le pedí que se vistiera, pues teníamos que salir.

Esperé unos 10 minutos, pero no bajaba de su cuarto. Así que subí, pero la encontré aún en pijama. Le pregunté por qué no se había cambiado, y me dijo que sus amigos no la dejaban tomar la ropa. Al voltear, no vi nada que le impidiera abrir los cajones. La vestí, y nos subimos al auto, pero olvidé algo y regresé sola.

Al entrar a la sala, escuché unas risitas. Con temor, me acerqué al origen del sonido. Al llegar al cuarto de mi hija, las risas se hicieron más fuertes. Abrí la puerta de golpe, y allí estaban, dos pequeños niños, del tamaño de mi hija, pero con rostros de ancianos. Aterrada, cerré la puerta y salí corriendo.

Esa misma tarde, acudí al sacerdote de mi barrio. El nos ayudó a bendecir la casa. Desde entonces, no hemos vuelto a escuchar ni ver nada, pero siempre recordaremos a los "amiguitos" de mi hija.

¡Fin!

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