La rutina de las patrullas nocturnas se convertía en un bucle interminable de peligros constantes. En una de esas noches, mientras recorría las calles con mi compañero, la urgencia de una necesidad fisiológica me obligó a interrumpir la monotonía. Nos detuvimos en una gasolinera, el único lugar abierto en la oscuridad de la madrugada.
Al descender del vehículo, un sonido escalofriante rompió el silencio: una voz que clamaba por ayuda. La angustia en su tono era palpable, un gemido que provenía de los baños.
Con mi compañero, rodeamos el edificio, buscando la fuente del lamento. La puerta del baño estaba cerrada, impenetrable. No queríamos alertar al vendedor de la tienda, por lo que decidí solicitarle permiso para entrar. Mi compañero vigiló la entrada, atento a cualquier movimiento.
El vendedor, con una amabilidad un tanto peculiar, me entregó las llaves del baño. Su explicación sobre porqué lo tenía cerrado con llave, me llamó la atención, me decía que algunos vagabundos o personas con sustancias tóxicas solían ingresar y pasar la noche sin permiso, yo no cuestioné en ese momento sus razones.
Regresé apresuradamente al baño. Mi compañero me relataba que la voz femenina solo repetía "ayuda!, por favor!". Busqué la llave correcta, sintiendo la urgencia del lamento que se intensificaba. Al abrir la puerta, un silencio sepulcral me invadió. La oscuridad reinaba en el interior, vacía de cualquier presencia.
Encendimos las luces, buscando desesperadamente a la mujer que pedía auxilio. No encontramos ni rastro de ella. Un escalofrío recorrió nuestras espaldas, una mezcla de miedo y desconcierto. Salimos del baño, sintiendo una opresión en el pecho.
Al regresar a la tienda, el vendedor, al notar nuestros rostros pálidos, nos preguntó si habíamos escuchado la voz. Confirmamos que sí, que la mujer clamaba por ayuda. Con seriedad, nos reveló la verdad: A quien escucharon es un fantasma!.
Nos narró la historia de una mujer, que durante la construcción del lugar, fue brutalmente torturada para luego arrebatarle la vida. Desde entonces, su voz resonaba en el baño, implorando ayuda como en sus últimos momentos.
Yo no soy creyente de lo paranormal, pero esa noche presenciamos algo inexplicable. Una voz que pedía auxilio, un baño vacío y la escalofriante historia del vendedor nos dejaron sumidos en la duda y el terror.
¡Fin!
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