Esta historia me la contó mi amigo Antonio, quien manejaba pasada la medianoche por una carretera solitaria, en las afueras del pueblo donde vivimos.
La niebla espesa apenas dejaba ver el camino, dificultando la visibilidad, mientras la radio del vehículo comenzaba a fallar, emitiendo sonidos entrecortados. Aún faltaba un buen tramo para llegar a la ciudad, y Antonio, luchaba por no quedarse dormido.
Al tomar una curva muy cerrada, divisó a una niña pequeña, vestida completamente de blanco, parada al borde de la carretera. Pudo notar claramente, que estaba llorando, así que frenó de inmediato y bajó la ventanilla.
Le preguntó qué le sucedía, pero la niña, no le respondió, solo levantó el brazo y señaló hacia adelante, como pidiendo que la llevara.
Pensando que era una niña extraviada, Antonio descendió y abrió la puerta del asiento del acompañante.
Luego, él también abrió su puerta, y se sentó frente al volante, mientras la niña se acomodaba en silencio, en el asiento del copiloto.
Sin embargo, cuando quiso hablarle, volteó hacia su derecha… pero la niña ya no estaba.
Con el corazón acelerado y un miedo indescriptible, detuvo el auto de golpe, y salió a tomar aire, intentando tranquilizarse.
A pocos metros más adelante, distinguió una cruz al costado del camino. Tenía flores secas, y una fotografía, donde se veía a la misma niña que había visto llorando.
No tardó mucho en darse cuenta que aquella niña, había fallecido allí, años atrás, en un accidente automovilístico, justo en esa curva mortal.
Desde entonces, muchos conductores aseguran que su espíritu, aparece para advertirles del peligro, y así evitar que otros sufran el mismo destino que ella.
No sé si sea verdad, pero hay quienes juran haber visto a una niña, en ese tramo de la carretera.
¡Fin!
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