Un hombre llamado Alex se encontraba atrapado en un laberinto inquietante de sueños y realidad. Cada día, al sumergirse en la monótona rutina del trabajo de oficina, no podía deshacerse de la inquietante sensación de ser observado, una presencia invisible acechando en las sombras. Era una sensación sutil pero persistente, como si ojos invisibles estuvieran constantemente espiando cada uno de sus movimientos.
A veces, mientras estaba distraído en sus tareas, experimentaba una sensación escalofriante, un frío repentino que le recorría el cuerpo al sentir una mano helada que le tocaba suavemente el hombro. Se giraba bruscamente, pero nunca había nadie allí. La oficina, antes un espacio familiar y reconfortante, se había transformado en un escenario inquietante de fuerzas invisibles.
Incluso el santuario de su hogar no ofrecía ningún respiro de la oscuridad que se acercaba. A medida que el mundo exterior sucumbía al silencio de la noche, sus sueños tomaban un giro siniestro, transformándose en un laberinto de lugares desconocidos y figuras sin rostro. Se encontraba vagando por calles que nunca había atravesado en su vida, encontrándose con extraños cuyos nombres no podía recordar, pero cuyos rostros estaban grabados en su memoria con una claridad inquietante.
Entonces, comenzó a desarrollarse un fenómeno extraño. Después de sueños recurrentes de estos lugares y personas enigmáticas, Alex comenzó a encontrarlos en su vida cotidiana. Paseando por la ciudad, reconocía las mismas calles que había explorado en sus sueños. En la tienda de comestibles, la sonrisa de un extraño desencadenaba un torrente de recuerdos, un sueño olvidado resonaba en su mente.
Una pregunta lo carcomía, una pregunta que amenazaba con desentrañar su cordura: ¿estos sueños estaban tratando de transmitir un mensaje? ¿Podrían ser visiones del futuro, ventanas a un reino más allá de su comprensión? Se sentía atrapado entre la realidad tangible de su vida despierta y el mundo surreal de sus sueños, incapaz de comprender dónde terminaba uno y comenzaba el otro.
La incertidumbre lo consumía, sin dejarlo con nadie a quien acudir en busca de respuestas. Con cada día que pasaba, cada noche de insomnio, se adentraba más en este abismo de dudas y miedo, sin saber si alguna vez encontraría una escapatoria. Sin embargo, en medio de la oscuridad, se aferró a un destello de esperanza, la creencia de que algún día, desentrañaría la verdad detrás de sus sueños y despertaría a un mundo donde los límites entre la realidad y la fantasía ya no estuvieran borrosos.
¡Fin!
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