La helada brisa abrazaba cada rincón de la antigua mansión que mi pareja y yo acabábamos de adquirir. Mientras limpiábamos, una conversación etérea, cargada de melancolía ancestral, se filtraba entre los susurros del viento. Era la voz de una mujer, dulce pero teñida de tristeza, que parecía consolar a un niño invisible a mis ojos.
"El frío es intenso," decía ella con paciencia infinita, como si explicara una verdad fundamental del universo a su joven interlocutor.
El niño, cuya voz temblaba no solo por el frío sino también por la incertidumbre, preguntaba con inocencia, "¿Siempre sentiremos frío ahora?"
La mujer respondía, su tono lleno de sabiduría resignada, "Es preferible tener frío que experimentar el calor que otros padecen en este lugar. No es un calor común; están consumidos por dentro, viviendo en un estado perpetuo de ira y desesperación."
Las palabras se mecían en el aire, llevando consigo un peso que trascendía su significado literal. Me quedé quieto, sosteniendo la escoba, escuchando con atención.
"He escuchado decir a otros que para aquellos que soportamos el frío, pronto se abrirá la puerta hacia un lugar mejor," continuó la voz femenina, impregnada de una esperanza frágil pero inquebrantable.
"¿Y los que tienen calor?" preguntó el niño, con una voz de curiosidad y temor.
Ellos, según la dulce voz de la mujer, estaban destinados a los calabozos eternos, un destino del que ella hablaba con una tristeza resignada, pero sin miedo.
Esta conversación entre almas en pena se desplegaba ante mí, un testigo vivo en un mundo que ellos ya habían dejado atrás. Me di cuenta, entonces, de que no solo habíamos comprado una mansión; habíamos heredado una historia tejida con los hilos del más allá, un lugar donde el frío y el calor no eran meras condiciones meteorológicas, sino reflejos de estados del alma.
La comprensión de este mundo espectral se reveló ante mí como un recordatorio de la complejidad del universo y de las múltiples realidades que coexisten con la nuestra, sin infundir temor sino más bien un respetuoso asombro. Con el avance del día hacia la noche, una sensación de paz se apoderó de mi corazón, transformando la mansión, con sus secretos y sus almas en pena, en un hogar de manera inesperada.
¡Fin!
¿Te gustó este relato? ¡Vota por él y ayúdalo a convertirse en la historia de terror más votada del sitio!.