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Risas Macabras nos Aterrorizan en un Camino Solitario

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En un pueblo apartado de la ciudad, donde las estrellas brillaban con mayor intensidad, vivía un joven llamado Tomás. Su espíritu aventurero lo llevaba a recorrer los senderos menos transitados, en busca de historias y paisajes, que alimentaran su espíritu aventurero.

Cierta tarde, Tomás decidió visitar a unos amigos de la escuela, que vivían en un pueblo vecino. El trayecto que solía transitar a menudo, era un camino de tierra, aproximadamente de unos 5 kilómetros.

En esta ocasión, Tomás no iría solo. Su buen amigo, Alejandro, lo acompañaría. Juntos, emprendieron el camino, conversando sobre los planes que les deparaba la noche, en el pueblo vecino.

Al caer la noche, la luna se convirtió en su única luz. El bosque, antes un lugar de alegre bullicio durante el día, ahora se sumía en un silencio, roto solo por el sonido de la charla que mantenían mientras caminaban.

Todo transcurrió con normalidad y sin ningún imprevisto, Tomás y Alejandro llegaron al pueblo sin inconvenientes, ahi se reunieron con sus amigos, divirtiéndose amenamente, el tiempo transcurrió muy de prisa, ya cerca de las 9 pm, Tomás comentó a Alejandro que ya era hora de volver, ambos amigos se despidieron, no sin antes prometer que a la siguiente semana, repetirían este reencuentro.

Ambos amigos se dispusieron a tomar el camino de regreso, mientras caminaban, conversaban amenamente de lo bien que lo habían pasado, a pesar de no existir alumbrado publico, el camino se lograba ver con facilidad, gracias a la luz de la luna.

De pronto, un sonido se oyó de entre los arboles, era como la risa de niños traviesos, envolviendo el ambiente en una atmósfera de inquietud. Alejandro, con la voz temblorosa, confirmó haber escuchado lo mismo que Tomás.

Mirando a su alrededor, intentaron descifrar el origen de aquellas risas burlonas. La oscuridad parecía intensificarse entre los arboles.

De repente, una sombra oscura, como un espectro, surgió de las profundidades del bosque y se deslizó frente a ellos. Flotaba al ras del suelo, moviéndose de forma lenta y sobrenatural. Tomás y Alejandro, petrificados por el terror, solo pudieron observar cómo la sombra se esfumaba entre la maleza.

El miedo se apoderó de ellos. El camino, antes familiar y seguro, ahora se convertía en un lugar aterrador. Las risas infantiles se intensificaban, rondando a su alrededor como espíritus burlones.

Aquellos dos amigos, sumidos en la desesperación, decidieron correr. Sus pies golpeaban la tierra con fuerza, impulsados por el instinto de supervivencia. La sombra, como si los persiguiera, reapareció frente a ellos, esta vez dividida en dos.

Tomás y Alejandro, en una muestra de valentía, tomaron piedras del camino y las lanzaron con furia contra las sombras. Gritos y maldiciones escaparon de sus labios, desafiando a las entidades que los acosaban.

Todo esto parecía funcionarles, las sombras, como si no soportaran la confrontación, se alejaron lentamente, desvaneciéndose entre los árboles. Las risas infantiles se apagaron en el silencio, dejando solo el eco del miedo, en el corazón de Tomás y Alejandro.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a su destino. Por fin se encontraban en su pueblo, con sus luces cálidas y su ambiente familiar.

Jamás olvidaron aquella noche en el camino solitario. La sombra y las risas macabras se convirtieron en una historia de terror que Tomás y Alejandro contaban a los más jóvenes, como una advertencia de los peligros que acechaban en las sombras del bosque.

¡Fin!

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