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El Duende de la Noche

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Les contaré algo que me ocurrió a mí y a mis amigos de la cuadra cuando era niño, algo que hasta la fecha nos deja perplejos y con escalofríos al recordarlo. Sucedió en una ciudad al norte de Veracruz (México), en el verano de 1994, cuando tenía unos 8 o 9 años. Vivía con mi mamá en el centro de la ciudad, a una cuadra de la plaza principal y al pie de un cerro.

En aquel entonces éramos muchos niños en la cuadra, más de 20, y durante las vacaciones de verano nos permitían jugar en la calle hasta altas horas de la noche. Una noche, ya muy tarde, estábamos jugando a las escondidas cuando se unió un vecino, a quien llamaré Beto. Beto era un niño al que rara vez dejaban salir a jugar, pero esa noche salió y se unió a nosotros.

Cuando llegó su turno de contar, todos corrimos hacia el cerro para escondernos en la oscuridad y entre las plantas y las casas. Yo me escondí detrás de un arbusto junto con mi sobrina, mientras que los demás se adentraron más en el cerro. Desde mi escondite, me asomaba para ver si Beto venía. Después de un rato, lo vi subiendo, pero no pude verle la cara debido a la sombra de un árbol. Me aparté y le avisé a mi sobrina: "Escóndete, ahí viene Beto". Ella respondió: "Sí, ya lo vi". Nos quedamos en silencio, pero Beto nunca pasó frente a nosotros.

Después de un tiempo, me asomé de nuevo y vi que ya no había nadie en la calle. Me pareció extraño y me pregunté a dónde había ido Beto si lo había visto subir. Salí de mi escondite y vi que los demás también bajaban del cerro, preguntándose qué había pasado con Beto, ya que todos lo habíamos visto subir, pero ninguno lo había visto llegar hasta donde estábamos nosotros.

Nos sentamos en la banqueta, desconcertados. De repente, escuchamos a lo lejos a Beto gritando nuestros nombres como parte del juego, pero ninguno de nosotros se movió. Cuando finalmente llegó, le contamos lo que había sucedido, pero él aseguró que después de contar se fue directamente al parque a buscarnos, ya que no nos encontró en el cerro.

Nos dimos cuenta de que algo extraño había ocurrido. Algunos lo vieron subir por un lado, otros por otro, pero todos coincidimos en que vimos una silueta, ya que ninguno pudo verle la cara. Nos invadió un miedo y un escalofrío inexplicables, y salimos corriendo cada uno a nuestras casas.

Después de esa experiencia, nunca más jugamos hasta tarde en la calle. Nuestros padres nos dijeron que lo que habíamos visto era un duende que quiso jugar con nosotros.

¡Fin!

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