Cuando mi hija nació, hace cuatro años, nos mudamos a una casa recién comprada. En esa época, el fraccionamiento estaba prácticamente vacío, con muchos terrenos aún sin ocupar. Al principio, las noches transcurrían en total tranquilidad, pero con el tiempo, comenzaron a ocurrir cosas extrañas.
Casi todas las noches se oían sonidos en el techo; como si estuvieran rodando pequeñas canicas. Al principio, no le dimos mayor importancia; pensamos que quizá eran animales o simples ruidos comunes de una vivienda nueva. Sin embargo, una noche en particular, escuchamos un estruendo mucho más fuerte, como si algo extremadamente pesado hubiera caído sobre el techo en plena madrugada.
Preocupado, mi esposo subió al día siguiente para averiguar qué había provocado ese estruendo, pero no halló nada fuera de lo común. Unos días más tarde, estábamos en la recámara con nuestra bebé, mi hijo y la hija de mi esposo, cuando de repente se escuchó un golpe tremendo, pero esta vez no provenía del techo, sino del baño; que estaba junto a nuestra habitación.
Sonaba como si alguien hubiera golpeado con fuerza la pared que separaba el baño del dormitorio. Nos quedamos paralizadas de miedo, pero la hija de mi esposo y yo, reunimos coraje y corrimos al baño para ver qué había sucedido. No encontramos nada fuera de lugar, pero el terror que sentimos fue inmenso. Nos juntamos en la cama, intentando calmarnos, pero los ruidos se volvieron cada vez más constantes.
Las noches se volvieron cada vez más perturbadoras, y los extraños ruidos se volvieron parte de la rutina diaria. Un día, conversando con mi abuela, me comentó que esos sonidos podrían ser causados por brujas, y que si bautizábamos a mi niña, todo eso desaparecería. Agobiada por la situación, decidimos hacer el bautizo, y sorprendentemente, los ruidos cesaron. Desde ese momento, la casa se volvió apacible.
¡Fin!
¿Te gustó este relato? ¡Vota por él y ayúdalo a convertirse en la historia de terror más votada del sitio!.