Mi esposo Esteban y yo estábamos al borde de la separación, viviendo separados, lo que afectó profundamente a nuestra hija Vanessa, de 13 años. Ella se culpaba por nuestra situación y se recluía en su habitación. Mi preocupación por ella y por mi matrimonio aumentaba. Tras la decisión de Esteban de terminar nuestra relación, caí en una profunda depresión. Después de cuatro semanas, noté a Vanessa aún más deprimida que yo. A pesar de mis esfuerzos, no lograba animarla.
Una noche, tras regresar de una salida, encontré a Vanessa balanceándose en la sala. No podía creer que mi hija se hubiera quitado la vida. Once años han pasado desde entonces. Esteban ha estado a mi lado, y su amante, la razón de nuestra separación, murió en circunstancias misteriosas. Ahora, Esteban y yo esperamos gemelas.
Poco después de la tragedia, encontré una carta de Vanessa. En ella, explicaba que una sombra negra la consolaba cuando lloraba en su habitación. Esta sombra le ofreció un trato: entregarle su alma por un tiempo para reunir a la familia y luego regresar con nosotros. Vanessa escribió que nunca se había sentido tan acompañada gracias a esta sombra con manos frías. Ahora, cada vez que digo "Vanessa", siento movimientos en mi vientre. Me pregunto quién más nos traerá Vanessa cuando nazcan las gemelas.
¡Fin!
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