En una ocasión, viajaba de Piedras Negras rumbo a Monclova. Al llegar a Sabinas, decidí detenerme en una gasolinera que está justo antes de las vías del tren. Me bajé rápidamente y me dirigí al baño. Al entrar, me sorprendió que un hombre con gorra, botas, y un overol desgastado, me saludara con amabilidad.
—Buenos días. ¿A donde se dirige?.
Le respondí que iba hacia Monclova. El hombre, de unos 40 años, me miró algo serio y me dijo:
—Más vale que te vayas pronto, esto se va a poner feo.
Me pareció un comentario extraño, pero lo tomé como una advertencia. Asumí que quizá la zona era peligrosa por la presencia del crimen organizado, así que, sin pensarlo mucho, me subí al carro y me fui, dejando incluso de pasar al Oxxo, como originalmente tenía pensado.
Dos semanas después, hice el mismo recorrido, pero esta vez en dirección contraria hacia Piedras Negras. Me detuve en la misma gasolinera para cargar diésel. Mientras el despachador atendía mi vehículo, me mencionó que justo un par de semanas atrás, exactamente un sábado por la mañana, hubo un enfrentamiento fuerte entre la Marina y el crimen organizado.
Al oírlo, le conté que ese mismo día, un hombre en el baño me había advertido que me fuera. Al describirle la apariencia de aquel hombre, el despachador se quedó pasmado. Pero al reaccionar, me dijo:
—Ese señor murió hace tres años. Era un menonita que vendía quesos en la región, a quien mataron en esta ruta cuando se dirigía hacia el poblado de Hermanas, en Coahuila. Dicen que lo intentaron asaltar, pero él se defendió... y desde entonces, se le aparece a algunas personas para prevenirles de posibles desgracias.
Me quedé en silencio y comprendí que, aquel día, un espíritu me había salvado.
¡Fin!
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