Hace unos meses, mi esposo y yo, nos trasladamos a una vieja casa con nuestro hijo de cinco años. Durante la primera semana todo fue normal, hasta que una noche, lo descubrimos hablando solo en su habitación.
Cuando le pregunté con quién conversaba, me dijo que lo hacía con la niña que vivía aquí antes. Me dice que no entiende por qué estamos en su casa.
Al principio, pensé que era producto de su imaginación, pero al día siguiente, nos mostró un dibujo de ella. Allí se podia notar, que tenía el rostro quemado.
Lo más extraño fue cuando una vecina vino a darnos la bienvenida, y al ver el dibujo, su expresión cambió por completo. Nos confesó que, años atrás, una niña falleció en un incendio... en la misma habitación de nuestro hijo.
Desde entonces, cada noche lo escuchábamos hablar solo. Al preguntarle con quién, siempre respondía:
—Con mi amiga.
Poco a poco, el miedo comenzó a apoderarse de nosotros.
Una noche, mi esposo percibió un fuerte olor a quemado. Corrimos hacia el cuarto de nuestro hijo, y para nuestro horror, las sábanas estaban envueltas en llamas. Mi esposo tomó el extintor del armario, y logró sofocar el fuego antes de que se propagara.
Mientras el humo aún flotaba en el aire, vimos a nuestro hijo de pie, temblando, con una caja de fósforos entre las manos.
Le preguntamos qué había sucedido, y en voz baja nos dijo:
—Mi amiga me dijo que era parte de un nuevo juego.
Me quedé sin palabras. De pronto, un escalofrío me recorrió el cuerpo al imaginar que nuestro hijo, podría haber terminado como aquella niña… envuelto en llamas, sin que pudiéramos hacer algo para salvarlo.
Desde esa noche, nuestro hijo durmió con nosotros. Dos meses después, tomamos la decisión de irnos.
Gracias a Dios, desde que dejamos esa casa, mi pequeño, nunca más volvió a mencionar a su "amiga".
¡Fin!
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