El 14 de febrero, el bullicio del Día de San Valentín llenaba las calles de parejas felices. Para los mariachis, era una noche más de trabajo, pero aquella velada estaba destinada a ser una de las más extrañas de sus vidas.
Un hombre delgado; con un aire desaliñado y unos ojos oscuros que parecían vacíos, se acercó al grupo de mariachis. Les pidió una serenata para su novia, citándolos a las 11 de la noche en una dirección desconocida. Aunque algo en su tono helado, les provocó un escalofrío, aceptaron sin sospechar lo que les esperaba.
Al llegar, encontraron una casa antigua y lúgubre, sumida en la oscuridad y sin señales de vida. Estaban a punto de marcharse cuando el hombre apareció de la nada, pagándoles en efectivo y pidiéndoles que empezaran a tocar. Según él, su novia los escuchaba desde el interior.
Iniciaron su repertorio de canciones románticas, pero tras tres melodías, nadie había aparecido. Al mirar al hombre, notaron una sonrisa inquietante en su rostro. Insistió en que continuaran, asegurando que ella estaba disfrutando la música. Aunque una voz interna les advertía que debían irse, continuaron tocando, atrapados por la extraña situación.
De repente, un coche se detuvo detrás de ellos. El conductor, con una expresión de desconcierto y temor, les preguntó por qué tocaban allí. Al explicarle que el hombre los había contratado, su rostro se llenó de terror. Les contó que la casa llevaba deshabitada más de 20 años, desde que una joven pareja murió en un incendio. Los mariachis, voltearon la mirada hacia el hombre que los había contratado, pero el hombre, ya no se encontraba ahí. Había desaparecido sin dejar rastro.
El pánico se apoderó de ellos. Un frío sobrenatural los envolvió mientras se alejaban apresuradamente de aquel lugar maldito. La sensación de ser observados desde la oscuridad les erizaba la piel.
¡Fin!
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