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Los Espíritus Atormentados del Rancho de Hidalgo

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Esta historia me la contaban mis abuelos siempre. Tristemente, ellos fallecieron hace unos años, pero eran oriundos de un rancho en Hidalgo. Recuerdo que ellos cuando eran jóvenes no tenían para comer y comían hojas de los árboles y otras cosas como podían para alimentarse.

En ese pueblo, al que llamaban rancho, ocurrió una tragedia en la década de los 60. Cayó en una gran sequía y desabasto de las siembras. La gente no tenía para comer y murieron muchos niños en ese lugar. Muchos de ellos hijos de familiares. Al no haber un cementerio, los envolvían en sábanas o ropa vieja, petates, y los dejaban en una parcela. A otros sí los sepultaban, pero ya eran muchos difuntos y la gente optó por dejarlos así.

Una tarde, durante una junta comunal, llegó un señor güero, de ojos de color y alto, y se sentó en la tierra junto a los demás a escuchar lo que iban a hacer ante tanta desgracia. Ese señor se levantó y les dijo: "Yo tengo la respuesta". Comenzó a hablarles sobre un lugar más arriba al que llamaban el fregadero. Era una zona accidentada, a unos 45 minutos caminando. Todos le decían que allí no, que allí se aparecía el diablo, pero el señor solo se reía y les decía que allí había agua abundante, alimento, y que la tierra podían labrarla sin problema. Al final, todos dijeron que no y le preguntaron quién era. Ese señor se fue riendo y jamás lo volvieron a ver.

Pasados dos días, la capilla se incendió. Eso hizo que las casas de palma se hicieran cenizas. Tristemente, murió el sacerdote y cuatro jornaleros más. Entre todo el bullicio, mi abuelo dice que mientras la capilla se quemaba, todos o algunos lograron ver a una persona parada en las llamas, dicen que era igual al señor que llegó a la junta.

Así estuvieron, desgracias todos los días. Primero la capilla, luego unos niños se cayeron de un árbol y murieron, luego otro incendio y en fin, cada día ya daba miedo despertar, decía mi abuelo, porque nadie sabía cuándo les iba a tocar.

Las familias se fueron a las rancherías cercanas, pero los últimos fueron mis abuelos. Una tarde, mi abuelo decidió irse al fregadero para ver si era cierto lo que había dicho ese señor, a pesar de morir de miedo él ya quería salir de ese rancho.

Caminó primero un buen rato hasta que se dio cuenta de que se perdió. Estuvo perdido dos días y dice que vio bastantes cosas; oía voces y sentía que lo andaban persiguiendo. Algo de lo que vio dice que mientras buscaba cazar algún animal para comer, vio una mujer de enaguas largas flotando en unas piedras y cantando, pero no le vio la cara y se desapareció.

Luego la siguió y dice que la mujer se fue rumbo a una bajada de tierra hasta que llegó a un lugar donde no estaba tan plano. Luego, mi abuelo le gritó que se esperara, pero la mujer luego desapareció y de los árboles dice que comenzaron a salir bastantes niños, eran los niños que habían fallecido en su rancho.

Los conoció porque entre todos iba una niña y un niño, hijos de un amigo de él. Luego sintió una mano que le tocó la espalda y volteó y era ese señor que había estado en la junta, pero que no tenía ojos.

Luego corrió demasiado y mientras corría volteó para atrás y todos los árboles se estaban quemando parecía que era el infierno, decía. Luego de eso, anduvo vagando hasta que encontró un camino que el conocía y se fue al rancho.

Llegando agarró sus cosas y junto con mi abuela se fueron para no regresar. Esa era su historia, qué desgracia vivieron los del lugar.

¡Fin!

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