Mi abuelo José me contaba que cuando él tenía mi edad, estudiaba en las mañanas y en las tardes vendía helados para ayudar a la familia. Una noche, con el permiso de su mamá, se fue a ver una película al cine San Carlos, que estaba en la carretera 18.
José salió del cine cerca de las once de la noche, bajó por la calle 9 hasta llegar a la Plaza Bolívar y de ahí al Parque San Miguel. Cerca de la cuesta encontró a un hermoso gato negro de piel brillante que se le puso delante.
"Hola gatito, me permites pasar?" El gatito se apartó y el continuó su camino. Un poco más adelante, le interceptó el paso un perro negro que lo miraba con ojos incandescentes. José sintió escalofríos y echó a correr, aún le faltaba para llegar a su casa en Puente Real.
Aminoró la marcha, de pronto empezó a sentir un olor a azufre y a oír unas cadenas que se arrastraban detrás de él. Miró hacia atrás y vio una tenebrosa sombra. Se asustó y corrió de nuevo hasta llegar a su casa. Cuando su madre le abrió la puerta, el cayó desmayado.
Despertó a la media hora en su cama, su mamá con una taza de aguamiel le sonreía dulcemente. Tomó la taza de aguamiel y la bebió poco a poco, luego le contó a su madre lo que le había sucedido. Ella lo escuchó atentamente y después de unos minutos en silencio le dijo: "Te acompañó el diablo, te acompañaba porque no debes andar solo a esas horas de la noche."
¡Fin!
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