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La Silla Encantada

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Cuando era joven, mis padres me obsequiaron una perrita pequeña que se convirtió en mi fiel compañera. Solíamos jugar juntos y dormía todas las noches a mis pies. Una noche, después de un juego agotador, ambos nos quedamos dormidos en mi habitación. En medio de la noche, desperté sobresaltado por los ladridos persistentes de mi perrita. Al incorporarme, noté que miraba fijamente hacia una silla en la habitación, la cual estaba oscurecida por la penumbra.

A pesar de mi adormecimiento, me enderecé para observar mejor y descubrir qué llamaba tanto su atención. Fue entonces cuando vi algo que me heló la sangre: un bebé deforme y espeluznante, atrapado entre las rendijas del respaldo de la silla, moviéndose como si intentara liberarse. Este avistamiento me provocó un escalofrío tan intenso que perdí el conocimiento.

Al despertar por la mañana, mi perrita seguía a mis pies, pero el recuerdo de la visión nocturna me perturbaba. Con temor, me levanté para inspeccionar la silla, pero no encontré rastro alguno del bebé. Dudé si lo ocurrido había sido real o producto de una pesadilla. Al contarle a mis padres, no me creyeron, achacando el suceso a una imaginación infantil desbordada.

Años más tarde, nació mi hermana. A los cinco años, solía despertar llorando, asegurando que un "bebé monstruo" la atemorizaba en su cuarto. Este comentario revivió en mí el recuerdo del extraño bebé que había visto de niño. Mis padres, recordando mi historia, decidieron mudarnos. Desde entonces, mi hermana dejó de tener miedo, pero el enigma del bebé deforme permanece sin resolver.

¡Fin!

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