Cuando mi hijo tenía meses de nacido, experimentamos algo extraño que la gente cuenta que es real, aunque yo seré sincera, no creía hasta que lo viví. Les contaré lo que vivimos: salimos de paseo a Chapultepec para dar una vuelta en el parque. A mi hijo lo llevábamos en la carriola y él casi no lloraba, al contrario, iba feliz brincando y riendo. Sin embargo, a unos metros de nosotros, una mujer de edad avanzada se acercó y trató de ver a mi hijo. Yo desconfiaba de ella y no permití que tocara a mi bebé. La mujer se molestó y nos miraba con pesadez, especialmente a mi esposo y a mi hijo.
Pasaron algunos minutos y mi hijo empezó a llorar. Pensé que estaba inquieto por el sol o que necesitaba un cambio de pañal. Decidimos regresar a casa y en el camino, el bebé lloraba como si algo lo molestara. Intenté darle de comer, cargarlo y todo lo que se me ocurrió, pero nada lo calmaba. A medida que pasaba el tiempo, su llanto se volvía más intenso y desesperado. No sabía qué hacer.
Cuando llegamos a la casa de mi suegra y le contamos lo sucedido, ella sin dudarlo nos dijo: "Le echaron mal de ojo, ¿no tiene una pulsera roja?". Le respondí que no. Fue a la cocina, tomó un huevo y comenzó a pasarlo por todo el cuerpo del niño. Les juro que en menos de cinco minutos, el niño se tranquilizó y empezó a reír.
Mi suegra nos explicó que mucha gente tiene "la mirada pesada" y que es como un tipo de energía negativa que puede afectar a cualquier persona, pero como íbamos los tres juntos, el niño, que es el más susceptible, se llevó todo ese mal. Desde ese día, creo en el mal de ojo. Aunque no sé cómo puede suceder esto, el bebé se sintió mejor después de esa limpieza. Desde entonces, cada vez que salimos de casa, lleva una pulsera de ojo de venado y no ha vuelto a sufrir "mal de ojo".
¡Fin!
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