Nadie sabe, con seguridad, lo que ocurrió aquella noche lluviosa. El viento azotaba las paredes del viejo galpón, y entre los silbidos del aire, apenas se alcanzaba a oír un grito débil.
Cuentan que en ese lugar, habita una figura aterradora; de gran tamaño, encorvada, y cubierta con un abrigo que oculta su joroba. Siempre lleva un sombrero de copa. Muchos aseguran haberlo visto rondar, por vecindarios donde poco después, desaparecen niños. Uno de esos casos fue el de Mateo, mi mejor amigo de la infancia.
Aquella noche, me quedé a dormir en su casa, y Mientras hablábamos, Mateo me preguntó si conocía la historia del ser que se lleva a los niños. Le respondí que sí, aunque creía que era solo una leyenda urbana para asustar a los niños. Nos reímos, hablamos de otras cosas, y finalmente nos quedamos dormidos.
Cerca de las tres de la mañana, me desperté con ganas de ir al baño. Al salir de la habitación, oí unos pasos en el pasillo, pero no le presté atención y seguí mi camino. Pero Antes de entrar al baño, una sombra alargada cruzó delante de mí. Sentí un miedo repentino, y de forma apresurada entré al baño y cerré la puerta con seguro.
Mientras estaba en el baño, el ruido de los pasos volvió, se oía más fuerte y más cerca. Me quedé quieto, conteniendo la respiración, esperando a que el ruido cesara. Cuando el silencio volvió, abrí la puerta con cautela y regresé donde Mateo.
Al entrar en la habitación, noté que Mateo ya no estaba. Lo llamé una y otra vez, pero no respondía. Al acercarme a la ventana, logré ver una figura alta, con un gran saco —como un costal— colgado sobre su joroba, que se alejaba poco a poco hacia el galpón abandonado, como si llevara algo dentro de ese saco.
Mateo desapareció aquella noche. Sus padres lo buscaron incansablemente, y yo también, pero nunca lo encontramos. Desde entonces, jamás lo volvimos a ver.
¡Fin!
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