Desde los siete años, he vivido numerosos eventos paranormales, tantos que con el tiempo aprendí a tolerarlos. Pero hay algo que jamás he podido soportar, y es dormir en mi habitación sin cubrir el espejo.
La primera vez que me ocurrió algo extraño, sentí que no podía despertarme, y que algo estaba junto a mi, observándome en la oscuridad. Intenté gritar, pero mi voz no respondía. Aquello se fue acercando poco a poco, hasta que sentí que se recostaba a mi lado.
Cuando finalmente logré abrir los ojos, dirigí la mirada hacia el espejo, y allí estaba. Era una mujer de cabello negro y largo, vestida completamente de blanco, mirándome fijamente. Me quedé paralizado, incapaz de emitir sonido alguno. No quise alertar a mi familia, así que guardé silencio.
Desde esa noche, su aparición se volvió algo recurrente. A veces se materializaba frente a mí, o la veía reflejada en el espejo. Me lanzaba cosas; se sentaba en mi cama, o permanecía inmóvil, observándome mientras intentaba dormir. En las mañanas al despertar, encontraba marcas y golpes en mi cuerpo, que no podía explicar.
Para poder descansar, comencé a cubrir el espejo con cualquier cosa que tuviera a la mano; una toalla, una sábana, lo que fuera. Aunque no la vea, sé que sigue allí. Puedo sentir su presencia observándome, como si nunca hubiera desaparecido del todo.
¡Fin!
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