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La Máscara de la Venganza

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En las profundidades de un antiguo templo Azteca, oculto entre la maleza del bosque, yace una reliquia olvidada: Una máscara. Su origen se pierde en los anales del tiempo, con sus rasgos tallados en madera oscura y enigmática. Quienes la han visto afirman que sus ojos parecen penetrar el alma, y su boca torcida sugiere una risa siniestra.

Cuenta la leyenda que aquel que se atreva a portarla, se convierte en un títere de la maldad. El espíritu maligno de la máscara se apodera de su mente, sus pensamientos oscurecen y su corazón se llena de rencor. El portador se ve obligado a vengarse de todos aquellos que albergan secretos oscuros, de aquellos cuyas almas están manchadas por la maldad.

Un día, un arqueólogo llamado Andrés descubrió la máscara en una exploración al templo antiguo. La encontró en una caja de madera tallada con símbolos antiguos. Sin saberlo, desató una fuerza que cambiaría su vida para siempre. Al colocarse la máscara, sintió cómo su voluntad se desvanecía. El espíritu de la venganza lo poseyó, y su mente se llenó de imágenes de traición, engaño y crueldad.

Andrés comenzó su búsqueda de venganza. Siguió a aquellos que habían causado dolor a otros, aquellos que habían dejado cicatrices invisibles en el corazón de sus víctimas. No importaba si eran políticos corruptos, empresarios despiadados o simples vecinos con secretos oscuros; la máscara no hacía distinciones.

Una noche, en un callejón oscuro, Andrés se encontró con su primera víctima. Un hombre de negocios que había arruinado la vida de cientos de familias. La máscara lo impulsó a actuar. Sus manos temblaron mientras apretaba la garganta del hombre. El hombre suplicó, pero la máscara no conocía la piedad. Andrés lo dejó allí, sin aliento, con su rostro retorcido por el miedo.

La venganza se convirtió en su única razón de ser. No importaba si era de día o de noche, la máscara lo empujaba a buscar a sus siguientes objetivos. Su mente se llenó de imágenes de sufrimiento y dolor. La gente comenzó a temerlo, a llamarlo "El Vengador". Pero Andrés ya no era él mismo; solo era un instrumento de la máscara.

Con el tiempo, su cuerpo se deterioró. Su piel se volvió pálida y arrugada. La máscara se fusionó con su carne, y su risa siniestra resonaba en su mente día y noche. No podía quitársela, la venganza se había convertido en su maldición.

Y así, La Máscara de la Venganza continuó su reinado de terror, saltando de un portador a otro, alimentándose de la oscuridad en los corazones humanos. Nadie sabía cómo destruirla, cómo liberar a los poseídos. Quizás algún día, alguien valiente se atrevería a enfrentarla y descubrir su secreto. Pero hasta entonces, la máscara seguiría buscando venganza, sin piedad ni compasión.

¡Fin!

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