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La Bondad de un Alma Errante

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Mi padre, solía narrar anécdotas escalofriantes de su época como conductor de tráiler. Una de las más impactantes ocurrió en un pueblito remoto, cuyo nombre nunca logré recordar, pero que siempre ha rondado mis pensamientos.

Una noche, mientras buscaba un atajo para ahorrar tiempo, su camión se averió en medio de la nada. No había forma de seguir avanzando y la pieza necesaria no llegaría hasta la mañana siguiente, lo que lo obligó a pasar la noche allí.

Conforme oscurecía, el hambre comenzó a incomodarlo. Sin tiendas cercanas, se resignó a descansar en la cabina del camión, esperando que el hambre disminuyera. Fue en ese instante cuando escuchó un golpe en la puerta.

Al abrir, se encontró con una anciana, que amablemente, le ofreció algo de comida. Ella comentó que había pensado que él podría estar necesitado. Le pidió que al día siguiente, dejara los platos en una casa frente al camión, indicándole que vivía en la puerta del lado derecho.

Mi padre cenó lo que le había dado la mujer y, poco después, se quedó dormido. A la mañana siguiente, el mecánico llegó y logró arreglar el camión. Antes de continuar su camino, mi padre decidió devolver los platos a la anciana como había prometido.

Al llegar a la casa, algo lo desconcertó: la puerta del lado derecho, donde supuestamente vivía la mujer, estaba sellada con ladrillos. Confundido, tocó la puerta de la izquierda, que parecía ser la única habitada. Una joven lo atendió.

Mi padre le explicó que la noche anterior una señora mayor le había dado comida y le había pedido devolver los platos a la puerta del lado derecho. La joven, con el rostro desencajado, rompió en llanto y le contó que la señora de la que hablaba era su madre, pero que ella había fallecido hace muchos años.

Mi padre, todavía incrédulo, le ofreció sus condolencias y se marchó, desconcertado por lo que acababa de presenciar.

Esa historia, relatada por mi padre, me hizo pensar profundamente sobre lo que consideramos real. A veces, los límites entre los vivos y los muertos parecen entrelazarse de maneras que escapan a nuestra comprensión, y su experiencia fue un recordatorio de que lo inexplicable puede suceder cuando menos lo esperamos.

¡Fin!

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