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El Restaurante de las Almas Bondadosas

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Hace años, cuando trabajaba como conductor de camión, solía recorrer frecuentemente la ruta entre Hermosillo a la costa.

En uno de esos viajes, mientras regresaba de la costa hacia Hermosillo, sentí un hambre terrible. Aún no me habían entregado los viáticos, y no tenía dinero. Cuando llegué a la zona de los siete cerros, cerca de Hermosillo, me llamó la atención un pequeño restaurante, iluminado en medio de la oscuridad. Decidí hacer una pausa y entrar.

Dentro, había una pareja de ancianos que me atendieron con gran amabilidad. Les conté algo apenado, que no tenía dinero, y que estaba desesperado por algo de comida. Les pedí si podían darme algo de comer, prometiendo regresar a pagarles. También les ofrecí dejar alguna de mis pertenencias como garantía, pero se negaron amablemente, diciéndome que confiaban en que volvería a pagarles.

Esa noche disfruté una cena deliciosa, y comí hasta quedar completamente lleno. Les agradecí profundamente por su generosidad, y les prometí que volvería para saldar mi deuda.

Al cabo de una semana, volví a Hermosillo y lo primero que tenía en mente, era ir a saldar la deuda con ellos. Sin embargo, para mi sorpresa, el restaurante que recordaba lleno de luz y calor, ahora estaba en ruinas. Me pareció extraño, pues apenas había pasado una semana desde mi visita. Me bajé del camión y entré, pero para mi sorpresa, el lugar parecía estar deshabitado desde hacía muchos años.

De inmediato le conté a mi esposa lo que había sucedido. La situación me parecía inexplicable. Decidí regresar al lugar, y dejar unas veladoras en señal de gratitud. Nunca supe quiénes fueron esos amables ancianos, que me ayudaron en mi momento de necesidad, pero siempre estaré agradecido por su bondad.

¡Fin!

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