Trabajé durante cinco años, en una tienda de abarrotes, lejos de mi hogar y mi familia. Aunque mi salario me permitía enviarles algo de dinero, las noches solitarias, me hacían pensar en lo que me perdía al no estar con mis hijos.
Mi horario era nocturno, el mejor pagado por alguna razón. Una noche, mientras ordenaba los productos y limpiaba los pasillos, vi a una niña pequeña, abrazada a sus rodillas, al final del pasillo.
—Hola pequeña —la saludé. Ya es tarde, deberías irte a casa.
—No puedo, estoy esperando a mamá. Ella fue a la bodega —respondió señalando el sótano.
Decidí ayudarla, pero sentí que algo no andaba bien. Cuando estaba a punto de abrir la puerta del sótano, mi celular vibró. Era un mensaje del gerente que decía. —No bajes al sótano, y si ves a la niña, no es real.
Miré a la niña, y ya no era la misma. Su rostro gris, dientes oscuros, y su cabello mojado y verdoso, me helaron la sangre. Intentó arrastrarme escaleras abajo, pero logré soltarme y huir.
—¿Por qué no me cuidas mami? —preguntó riendo, mientras me alejaba.
Escapé de la tienda, sin mirar atrás. El gerente me explicó que esa niña, era un espíritu que atraía a las personas al sótano, donde desaparecían sin dejar rastro.
Quizás debería haber buscado otro trabajo, pero pienso que todo pasa por algo. Las palabras de esa niña, se quedaron grabadas en mi mente. ¿Por qué no me cuidas mami?. Me hizo pensar en mis propios hijos. El dinero es importante, pero nunca a costa de lo que más amas.
¡Fin!
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